martes, 11 de diciembre de 2012

Los peces de río no beben agua ni siquiera en Navidad

En contradicción a lo que dice el popular villancico navideño, los peces de río no beben agua. De hecho, si "beben y vuelven a beber", y hay mucho líquido en su organismo, en teoría, podrían explotar. Por el contrario, sus congéneres marinos sí necesitan ingerir grandes cantidades de agua para sobrevivir.
 
Algunos pensarán que la letra lleva razón porque estos vertebrados abren y cierran la boca bajo el agua, una y otra vez; pero lo cierto es que simplemente están respirando.
La respuesta científica la tiene el profesor del Departamento de Zoología y Antropología de la Universidad Complutense de Madrid Benigno Elvira Payán quien ha explicado que, dado que los peces de río viven en agua dulce, la concentración de sales en su sangre es superior a la del medio que los rodea y, en esas condiciones, el agua tiende a fluir hacia el interior del organismo.
Aunque están dotados de diferentes barreras (su piel, no beber) para ser impermeables, el agua tiende a entrar osmóticamente en el cuerpo; así, las branquias absorben sales y sus riñones, "más evolucionados", tienden a expulsar el exceso de agua produciendo un orín muy diluido.
 
Riesgo de explotar
Si los peces no fueran capaces de evitar la entrada de agua y absorbieran mucha cantidad, teóricamente, correrían el riesgo de explotar.
Por otro lado, están los peces del mar que beben agua por la misma razón por la que los de río no lo hacen: tienen una concentración salina más baja que la del agua que los rodea por lo que tienden a perder el líquido que entra en su cuerpo.
Lo que les sobra a los de río les falta a los del mar, que corren el riesgo de deshidratarse aunque pueda parecer paradójico.
El profesor Benigno Elvira explica que para contrarrestar el problema "están constantemente bebiendo agua de mar" y "excretando sales" que, inevitablemente, entran en sus organismos al ingerir el líquido.
Al ser la deshidratación el principal riesgo que corren besugos, merluzas y similares; los animales marinos producen muy poca orina y esa pequeña cantidad contiene una alta concentración de sales.
Según Elvira, el problema de los peces de mar es exactamente opuesto al que se enfrentan los de agua dulce; por ello, la solución consiste en hacer uso del mecanismo opuesto.
Existe un caso especial, el de los salmones, que cambian de medio dos veces en su vida y deben adaptarse, primero, a las aguas dulces y luego a las saladas.
Los salmones nacen en zonas próximas a las cabeceras de los ríos y, en esa primera etapa, deben evitar la entrada de agua en su interior y combatir la pérdida de sales; como cualquier otro pez de agua dulce.
Al cambiar de medio, la relación osmótica (la entrada y salida de agua de su cuerpo) se invierte y se producen tres cambios de comportamiento: deben beber agua, reducir la producción de orina y expulsar sales por las branquias; para lo que han de generar nuevas células.
 

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